Por: Octavio Gallegos G.
29 de marzo 2022

Llama poderosamente la atención que los periodistas, analistas, comentaristas y académicos, que siguen, hacen la crónica y discuten los temas o asuntos que el presidente López Obrador saca a relucir en sus mañaneras (“porque su pecho no es bodega”), dediquen tan poco tiempo (en ocasiones ninguno) a los temas determinantes y críticos, que marcan los derroteros de nuestro país.

Es obvio que los adictos, acríticos y hasta incondicionales del régimen lo hagan, dado que, o por convencimiento, conveniencia o cálculo político o laboral, se esmeren en apoyar, dorar o enderezar las diarias declaraciones de su líder/jefe. Tampoco extraña que los detractores del régimen se enganchen fácilmente en la agenda de AMLO, pues no resisten la tentación de desacreditar, ningunear, burlar o corregir la plana, al continuo y dicharachero discurso presidencial.

Lo que sí preocupa y extraña es que, periodistas, analistas y académicos, serios, honestos y acreditados, caigan en la trampa demagógica diaria y que dediquen gran porcentaje de su agenda diaria o semanal, según sea el caso. Que comenten hasta desmenuzar cada una de las bolas rápidas (siguiendo el argot beisbolero) que el habilidoso y taimado encargado del Ejecutivo se solaza en lanzar cada día.

¿Cuántos días y horas interminables del espectro radioeléctrico, prensa o de las redes sociales, se dedican al análisis y discusión, ad nauseam, de cada una de las declaraciones, salidas, afirmaciones, acusaciones, exabruptos, provocaciones y todo tipo de expresiones, que el presidente lanza en cada mañanera? ¿Cuántos de esos temas son relevantes y claves para el futuro de nuestro país?

¿De veras son ocurrencias o es la manera taimada, que no genial, de conducir y desviar la agenda de la discusión nacional a temas atractivos, picantes, provocativos, pero que obedecen al chisporroteo diario, a la estrategia de amarrar navajas para mantener la atención de los auditorios y conseguir que, en el río revuelto de la guerra sin cuartel entre detractores y fieles, se disipen los verdaderos temas que mantienen a nuestro país en una situación muy grave, de crisis incrementada?

Pregunto a periodistas, analistas, académicos, políticos honrados de nuestro país: ¿no merecen su atención persistente, diligente y exigente, los gravísimos problemas de violencia, crimen, continuas masacres, entre bandas del crimen organizado (consuelo del presidente para justificar la política de poca o nula intervención de las fuerzas del orden, cuando prometió una y cien veces “serenar al país”), desaparición de personas, femicidios, decenas de miles de personas torturadas, mutiladas, asesinadas, colgadas, enterradas o calcinadas, viviendo en la zozobra constante de las balaceras a lo largo y ancho del país, inoperancia del sistema judicial, en todos sus niveles, y la impunidad rampante?

¿No la merece el desastre educativo en los niveles básico, medio y medio superior, con la amenaza actual de la expurgación moralizante de la “infección neoliberal” de los textos primarios y secundarios, sustituyendo los temas por la particular, ideologizada, elemental y hasta chabacana visión de Delfina Gómez con el invaluable apoyo de Marx Arriaga? ¿No es un escándalo criminal el desastre del INSABI y su director, amigo y paisano del presidente, el aficionado a la arqueología, Juan Antonio Ferrer?

¿No se debería llamar a cuentas al propio presidente, al impasible y somnoliento Dr. Jorge Alcocer, al subsecretario López Gatell y al pseudo arqueólogo Ferrer por los tres años perdidos, desperdiciados, malgastando cuantiosos recursos del presupuesto, mientras millones de personas pobres dejaron de tener acceso al Seguro Popular (con todas sus limitaciones y carencias) y los centros de primer contacto y hospitalarios están carentes del cuadro básico de medicamentos e insumos médicos? ¿simplemente, no funcionó el INSABI y ahora nos vamos al IMSS Bienestar, sin consecuencias o responsabilidades para nadie?

Mientras las hordas twitteras se ensañan con los activistas, artistas y ecologistas que solicitan, respetuosamente, al presidente López Obrador que visite y revise el proyecto del Tren Maya en la etapa de Quintana Roo y la Reserva del Jaguar, ante la evidente amenaza de la destrucción masiva forestal y la afectación irreparable a los acuíferos de la Península de Yucatán. ¿Cómo responde o reacciona el presidente López Obrador?: encabezando un feroz ataque contra estos y señalando con dedo flamígero a los osados, para que dichas hordas incondicionales y presurosas los acosen, los ataquen y, sobre todo, los silencien? ¿por qué no se le cuestiona su falta de apego a la verdad y a su promesa de “no tirar un solo árbol”? Aparte de los 22,000 árboles desarraigados y, supuestamente resembrados, del camellón de la autopista costera, es inobjetable la destrucción masiva de decenas de miles de árboles y matorrales de la selva de Quintana Roo. ¿No va a haber llamado a cuentas a los responsables, por su falta de planeación, las prisas absurdas, los cambios sobre la marcha y el desperdicio atroz de cuantiosos recursos económicos y, sobre todo, de la destrucción innecesaria de insustituibles recursos naturales?

¿En dónde quedó la promesa de AMLO de acabar con la complicidad empresas/gobierno de la Era Neoliberal y poner coto a la devastación de inmensos recursos naturales, la gravísima afectación a las comunidades originarias y el descarado robo de los valiosos recursos minerales de nuestro país, llevado a cabo por los grupos mineros mexicanos y canadienses, a cambio de pocos puestos de trabajo e insignificantes impuestos sobre la renta? Perdonó y llamó de su dorado destierro en Vancouver a Napoleón Gómez Urrutia, beneficiario de los canadienses, quienes le dieron la ciudadanía y gozó de un nivel de vida, durante 10 años, solo posible para multimillonarios de orden mundial. ¿Qué han hecho AMLO y Gómez Urrutia para frenar la depredación de inmensas extensiones del territorio nacional, por la minería a cielo abierto, la más destructiva de todas?

¿Por qué no están procesados todos los empresarios y funcionarios rapaces, que estuvieron implicados en el proyecto del NAICM, a los que acusó y cuestionó de corrupción, saqueo y otras lindezas parecidas? ¿por qué algunos de ellos ahora fueron invitados a colaborar en otros proyectos como el del Tren Maya? ¿así castigó su corrupción y los abusos cometidos contra la nación? ¿por qué están en su Consejo Asesor la mayor parte de los empresarios multi beneficiados por la política neoliberal de Salinas y Zedillo?

¿Por qué no hay proceso alguno contra colaboradores, protegidos, familiares y amigos suyos, acusados de corrupción y hasta de graves crímenes, como Bartlett, Salgado Macedonio, Elba Esther Gordillo, Ana Gabriela Guevara, Felipa Obrador, Martín y Pío Obrador, el general Cienfuegos, destacado invitado a la inauguración del AIFA? ¿por qué coopta, premia, y manda a los ex gobernadores priístas de Sonora y Sinaloa, como embajador y cónsul a España y Barcelona, a sabiendas de que sus gestiones de gobierno sólo fueron posibles con la anuencia del Cártel de Sinaloa, tal como lo hacen sus actuales gobernadores de Morena en esas entidades? ¿todo para desquitarse de España y para ganarse la voluntad (maicear, decía Álvaro Obregón) del ala priísta ante la inminente contra reforma eléctrica? ¿por qué se alió con la expresión más deleznable de la política mexicana, el Partido Verde Ecologista?

Y, así podríamos seguir, pero vuelvo a la pregunta inicial a periodistas, analistas y académicos serios: ¿no sería imperativo no cejar e insistir cotidianamente para que el presidente López Obrador, la 4T y su régimen den cuentas sobre estos y otros muchos y graves temas? ¿No sería de la mayor importancia no soltar estos asuntos por dedicarle horas, días y semanas a la serie interminable de “ocurrencias”, frivolidades, caprichos y bolas rápidas, lanzadas cotidianamente por el presidente, como los casos del avión presidencial, sus ataques a medios y comunicadores, periodistas, activistas o analistas, como Reforma, El Universal, Proceso, López Dóriga, Ciro, Loret, Riva Palacio, Sicilia, Dresser, Aguayo y, hasta Astillero y Aristegui?

Así como sus continuas e intrascendentes denuncias contra los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Su compaña contra la UNAM y académicos como Roger Bartra, Julia Carabias, el propio Sergio Aguayo, donde reitera su desprecio crónico hacia la cultura y la ciencia. Su indignación con Austria porque no le quiso prestar el Penacho de Moctezuma. Su pleito con la ministra de relaciones exteriores de Panamá, por defender su postulación, a priori, para la embajada en ese país, de un multi señalado por acoso sexual, Pedro Salmerón; la defensa airada de su hijo José Ramón, cuando vive una vida fifí, conservadora, aspiracionista; la señora que vendió comida en el AIFA; el rentar el avión presidencial para bodas, quinceaños, bautizos, etc., etc.?

¿De veras alguien supone o hasta cree que AMLO está llevando a cabo una Cuarta Transformación o, lo que él argumenta últimamente, en cuanto a que ya logró transformar las conciencias de este país? Lo dijo muy atinadamente, al inicio de su sexenio, el gran actor Héctor Suárez: ¿va a ser ésta una Cuarta Transformación o se va a quedar en una transformación de cuarta? Me parece que cada día queda de manifiesto que es y seguirá siendo esto último.

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