Por: Oscar Alberto Romo Ruiz

Empieza abril con su puente de semana santa, ese en dónde si tenemos vivimos la santidad en alguna playa mostrando nuestras mejores carnes. Dejamos atrás marzo marcado por la guerra en Ucrania, esperando que el gobernante ruso no apriete uno de esos botones nucleares y nos deje llegar al Mundial de Qatar 2022 para ver a México en el quinto partido, o no. También el mes de la mujer y de las protestas feministas, esas donde nos molesta que rayen a nuestros monumentos que seguramente no tenemos ni idea de a quien están dedicados y quizá no habíamos notado nunca su presencia.

Esas donde exigimos a las manifestantes que tengan una moral perfecta, que sean seres iluminados que no pueden decir o hacer nada incorrecto porque inmediatamente serán juzgadas para invalidar su lucha. Esas donde todos nos volvemos pacifistas y condenadores ante el mínimo indicio de violencia, esas por lo que por diferentes causas nos molestamos, nos incomodamos de ver esa lucha, lucha que por cierto es la lucha de nuestra generación.

Pensando en las diferentes causas que hacen que nos incomode su lucha, llegué a un escrito que hablaba sobre la libertad, que a su vez hablaba sobre una película para ejemplificar su argumento. Yo, como alguien que no roba, pero toma prestada la idea sin pedir permiso, la usaré para explicar una de las que yo pienso es una de las causas. La película a la que se hace referencia es Easy Rider que narra la historia de dos hippies motociclistas que viajan por ese país que conocemos como América, bueno que ellos conocen como América.

En algún punto de la historia las cosas se ponen feas para ellos, llegan a una comunidad de la “América profunda” en donde son juzgados y mal tratados por su aspecto. Por la noche, a la intemperie porque no les fue posible que algún hotel les aceptara, se preguntan qué ha pasado, en los diálogos de la escena concluyen que lo que pasó es que todo mundo tiene miedo (reflexiona uno de los personajes), y no le temen específicamente a ellos, le temen a lo que ellos representan para esas personas, ellos representan la libertad. La libertad no tiene nada de malo, todo el mundo quieres ser libre, pero una cosa es hablar de ello y otra muy diferente es serlo: “Están todo el día dale que dale y dale que dale con la libertad individual, y ven a un individuo libre y se cagan de miedo”, concluye el dialogo.

Cuando vemos a personas que hace apenas en 1947 pudieron votar gritando y luchando por su libertad, quizá lo que pasa es que nos incomoda esa lucha por la libertad, porque ellas están haciendo algo para conseguirla mientras los demás incomodos somos simples espectadores.

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