
Cuando algo sale mal en el H.G.D.A.V. no hay necesidad de iniciar una investigación, no hay que “deslindar responsabilidades” ni hacer demasiados aspavientos. Todo lo que se tiene que hacer es recurrir a la consigna. Y no es otra más que: el camillero tiene la culpa.
Efectivamente, es más fácil, es más rápido y se ajusta a cualquier situación. Ahora bien, en pocas ocasiones será verdad pero, ¡qué importa! Se tiene que salir al paso y así se logra el cometido: justificar lo que haya que justificar.
Así, por ejemplo, si no se le ha realizado a un paciente un estudio de ultrasonido, el camillero tiene la culpa. Si no se ha realizado a un paciente una tomografía, el camillero tiene la culpa. Si no han llevado a un paciente al quirófano, si no han ido por un paciente al quirófano, si no hay sábanas limpias, si no hay batas, si no hay sueros, si cualquier cosa está mal o ha salido mal: la culpa es del camillero.
Es como la Ley de Murphy del hospital, nuestra propia Ley de Murphy, cuyo enunciado sería más o menos como sigue:
Todo lo que puede salir mal, saldrá mal. Y será por culpa del camillero.
Pero en concreto, ¿en qué consiste esta culpa? Pues básicamente en una suposición, y no, no es la de que el camillero nunca hace nada, sino que nunca está donde se supone que debe estar para poder hacerlo, vamos, ni siquiera para hacerlo mal.
Tengo mi propia visión del asunto y es que estoy seguro que el camillero sí que está, sólo que no saben en dónde. En realidad muchas veces no es que no lo sepan sino que hacen como que no lo saben. O quizá por alguna razón no quieren enterarse. Y suele ocurrir algo muy curioso, como lo que se ilustra a continuación.
En la central de enfermeras de un servicio cualquiera suena la extensión telefónica. Se han añadido los buenos modales como una cortesía para con quien pueda llegar a leer estas líneas.
— Un servicio cualquiera, buenas tardes.
— Qué tal, buenas tardes. Llamo de otro servicio cualquiera para pedirles que por favor vengan por SU paciente Fulano De Tal, el de la cama X.
— ¡Ah, sí! Pero, usted perdone, en este momento no podemos, es que el camillero no está. — responden al otro lado de la línea mientras quien habla le hace una seña de guardar silencio precisamente al camillero, que está parado justo a un lado de quien atiende el teléfono.
— ¿No ha regresado todavía? ¡Caray! Es la tercera vez que llamo y me dicen lo mismo…
— Sí, disculpe, es que no sabemos dónde está… pero creo que dijo que iba a comer.
Aquí la gran pregunta es, ¿y en dónde está el camillero? Y no es una cuestión retórica. Hay varias posibles respuestas que explicarían el misterio.
Son principalmente tres escenarios pero que tienen sin embargo una estrecha relación, las variantes son propias del turno del que se trate y los postulados son los siguientes:
- Si el evento se produce antes de la hora del desayuno o la comida, el camillero se fue al comedor. De hecho acaba de irse, en el momento en que alguien pregunte por este personaje no habrán transcurrido ni cinco minutos desde que se retiró, sin importar cuándo se plantee el cuestionamiento mientras cumpla con la primera condición relativa a la hora.
- Si el evento se produce después de la hora del desayuno o la comida, el camillero no ha vuelto del comedor. No importa si ya hace más de una hora que se fue, no ha regresado todavía y no sabemos a qué hora lo hará.
- Si el evento se produce durante la hora del desayuno, o la comida, el camillero está en el comedor, tomando sus alimentos.
En cualquier otra situación la respuesta es que simplemente no está allí.
Se podría hacer algo al respecto en el comedor, creo yo. Por lo menos podrían dar de esos manteles de papel con un juego impreso. ”Encuentra al camillero” se podría llamar, o también “¿Dónde está el camillero?”, así como esos libros donde los niños tienen que encontrar a un tal Waldo (¿o se llamaba Wally?), quien al parecer es muy hábil para esconderse entre una multitud de personas en los lugares más inverosímiles. Así tal vez alguien finalmente podría encontrar al camillero.
Para mí todo esto configura nada menos que un desorden alimenticio, hasta parece que es un requisito para el puesto. Otras aparentes condiciones que sin embargo no aparecen oficialmente en el perfil para el puesto son las siguientes:
- Tener un nivel de pérdida de audición desde moderada hasta bastante señalada.
- Tener grandes habilidades de desaparición.
- Tener grandes habilidades de comunicación.
- Llamarse Mario, es un “plus”. Marco(s) también será bien considerado.
Es solamente una broma, con todo respeto para mis compañeras y compañeros, reconozco que es un mal chiste y ofrezco una disculpa de antemano. Además creo que las quejas sobre las supuestamente continuas y prolongadas ausencias del camillero de su servicio son bastante peor consideradas que las de los residentes y médicos internos (M.I.P.’s), que también se suelen dar sus escapadas, cómo no.
Entre ellos mismos la acción y efecto de desaparecer se conoce como “mandrakear”, supongo que debido a que, como el mago Mandrake, de repente, sin más, simplemente se esfuman.
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