Foto Womanizer Toys en Unsplash

POR: NO HILDA

Beauvoir decía que no se nace mujer porque La mujer es un mito. A medida que vamos creciendo internalizamos la idea de que debemos de encarnar ese mito bajo la piel. Nacemos siendo humanas y llegamos, aunque no lo deseemos, a ser mujeres. ¿Quién puede responder a la pregunta de qué es ser mujer sin recurrir a estereotipos? ¿Quién puede responder eso sin violentar? ¿Dónde nace la mujer si no es primero en la mente de alguien?

Nacemos bajo el mito de la feminidad, nacemos niñas ya en la mirada de los otros, pero tan solo basta crecer un poco y queremos trepar árboles, conducir, gritar, correr, en pocas palabras, vivir en todas sus formas; pero ser mujer es una negación: no grites, no corras, no te sientes así.

La feminidad es un no-ser. Pero al mismo tiempo un ser a mejorar: rizar las pestañas, enrojecer los labios, achicar la cintura. Ser femenina se siente como disfrazarse de alguien que no eres pero que debes ser, tener que negarse y a la vez vestirse para una presentación teatral. Y no solo es el disfraz, el estereotipo sexista implica códigos éticos, formas de hablar, emociones, conductas de cuidado, tipos de trabajo, formas de caminar, de conducir, de comprar… La feminidad como un personaje impuesto a las mujeres. 

Soy una persona con espectro autista (TEA) lo que hace pocos años se le llamaba síndrome de Asperger. Supe de mi condición no porque mi psicóloga lo haya descubierto, sino porque revisé los síntomas en un artículo donde se mencionaba la dificultad que presentan los profesionales al diagnosticar a las mujeres y a las niñas a diferencia de los hombres y niños; esta dificultad, comentan, reside en que las niñas utilizan de manera más óptima el ‘masking’. Fingir que nos gusta algo es un ‘rasgo’ femenino, según muchos profesionales (mayoritariamente hombres). Disiento con todas las letras. El masking o enmascarar, es una conducta que aprendemos las mujeres de la misma forma que hemos aprendido a ser mujeres. La dificultad para diagnosticar mujeres en el TEA reside en que a las mujeres se nos ha enseñado a no ser nosotras mismas desde que nacemos y a fingir que somos femeninas desde ese mismo tiempo. Los síntomas del TEA que presentan los niños son perfectamente enmascarados por las niñas y mucho más por las mujeres ya que hemos aprendido a dejar de ser quien somos para poder ser aceptadas, para poder agradar, para poder vivir sin señalamientos. 

Las mujeres tenemos normalizada la violencia porque nacimos ahí. En su libro ‘Trauma y recuperación’ Judith Herman menciona que los síntomas del trastorno por estrés post-traumático complejo (TEPT-C) en prisioneros de guerra son idénticos a los de cualquier mujer que ha vivido episodios de violencia física o abuso emocional: mujeres sobrevivientes de trata, hijas maltratadas, niñas abusadas y mujeres sobrevivientes de violación tienen la misma facilidad de disociación de aquellos que han sobrevivido a bombardeos. 

Baja autoestima, desconfianza, culpa, depresión, ansiedad, estado de alerta constante, inestabilidad afectiva, desregulación emocional, somatizaciones, trastornos del sueño, entre otros, son síntomas de dicho trastorno. Un gran porcentaje de mujeres neurodiversas presenta TETP-C, otro gran porcentaje de mujeres lo ha sabido llamar ‘estoy sensible’.

La indefensión aprendida es un mecanismo de defensa que se presenta tras vivir situaciones de violencia sin poder hacer nada para escapar o enfrentar; cuando una mujer ha aprendido a no defenderse, sin darse cuenta siquiera, la sumisión deja de ser una forma de supervivencia y pasa a ser un rasgo socialmente deseado de su carácter. Vivimos en una estructura de violencia hacia las mujeres que refuerza a su vez el estereotipo de ser víctimas pasivas. Pero no únicamente se reduce a la violencia física, económica, verbal, laboral o familiar, la violencia que se ejerce sobre nosotras al reprimir nuestro propio ser y tener que vivir negándonos bajo la sombra del estereotipo, es suficiente para ser blanco fácil hasta para las relaciones afectivas. A este tipo de violencia se le llama opresión y solo se ejerce ante cierto grupo de personas. 

La opresión en base al sexo es algo que si bien rara vez es suficiente para desatar un TETP-C sí puede agravar las condiciones para que se desarrolle. La feminidad es una de las opresiones más crueles que puede sufrir una niña ya que se le niega su propio Self (Yo) y se le obliga a armar un personaje en el cual debe encajar el resto de su vida. No nos extrañe que la mayor parte de consumidoras de ansiolíticos y antidepresivos sean mujeres, que la mayor parte de personas que tienen ideas de suicidio, diagnósticos de la conducta alimentaria, migrañas y neuropatías estén en población femenina. No nos extrañe que muchas niñas deseen dejar de serlo como una salida ilusoria hacia la tranquilidad.

 No se niega ser mujer, se deja de fingirlo.

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