
Arturo Rodríguez García / Notas Sin Pauta
El 28 de abril de 2018, Manuel Coello Pedrero dijo al candidato presidencial López Obrador en un tono próximo a la súplica: “Manuelito está contigo Andrés Manuel, está contigo”.
En la épica –por decirlo así– de la trayectoria lopezobradorista, la Chontalpa es emblemática: Cárdenas, Comalcalco y Paraíso, son los lugares que nutrieron el “Éxodo por la Democracia” en 1991 y la “Caravana por la Democracia” de 1994, los movimientos locales que reclamaban fraudulencia electoral y catapultaron al hoy presidente al escenario nacional.
Aquel 28 de abril de 2018, López Obrador hizo el recorrido en medio de enormes y emotivas concentraciones, simpatizantes conmovidos, desbordamientos de temperamento tropical. Entre Cárdenas y Comalcalco la gente sale al camino, corre a gran velocidad para alcanzarlo, él se detiene un par de ocasiones, se baja, saluda breve y sigue su rumbo ¿cuál rumbo? Una palapa a pie de carretera que ofrece caldos de pavo, su favorito de ese lugar.
Lo acompañan Adán Augusto López Hernández, candidato a gobernador; Fernando Mayans que renunció al PRD meses antes. Va Fernando Coello Pedrero, el abuelo del gobernador chiapaneco, y Julio Scherer Ibarra, coordinador de la circunscripción. Ahí, la conversación fluye con Coello que rememora viejas luchas, nombres de políticos vigentes o del pasado y alguna recriminación por el reparto de candidaturas que no le tocaron a Coello Pedrero, gran amigo de Payambé López.
Escenario, nombres, rostros… Para López Obrador ahí todo es familiar, más allá de su forma de reivindicarse tabasqueño –“mi tierra, mi agua”, solía decir— son sus viejas alianzas las que ahí se materializan, por primera vez, inevitable el éxito.
Hace años, aun en el PRD, los hijos de Payambé, Adán Augusto y Rosalinda López Hernández, fueron como hasta ahora, importantes aliados de López Obrador. Él, notario público y empresario; ella destacada activista que terminaría casada con Rutilio Escandón, el hombre que es por esos días candidato a gobernador de Chiapas tras haber sido presidente del Poder Judicial, bajo padrinazgo de Manuel Velasco, el Verde gobernador chiapaneco.
El hoy presidente escuchaba una larga perorata de Coello, mantenía la cabeza gacha, encima del platón rebosante de caldo de pavo y sólo atajó, con un acento tabasqueño más marcado que de costumbre:
—Sí, pero lo tiene muy apergeñado Peña.
—Está contigo Andrés Manuel, está contigo, tu lo sabes… -repuso Coello.
Al día siguiente, en Palenque, Coello declararía que su nieto apoyaba a López Obrador, un dicho que fue respondido el mismo día con Velasco posando para la foto con José Antonio Meade, el candidato del PRI-PVEM.
En los hechos, las cosas le fueron bien a Velasco: consiguió asumir el Senado y pedir licencia para acabar la gobernatura y regresar. Dos generaciones de amistad, tinglado de relaciones de Chiapas a Tabasco, empezaban a rendir un fruto que reposicionaba a su bloque generacional y regional, con figuras como Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca, Alejandro Moreno de Campeche y luego líder del PRI.
Su momento solo fue opacado al filtrarse los videos de Pio y Martín López Obrador, recibiendo dinero del consultor de Velasco y, a la postre, efímero funcionario lopezobradorista, David León.
Desconfiable desde entonces, Velasco cargó con el estigma inadmisible en el primer nivel: es de los que graban y peor aun, pierden el control de lo grabado. Se defendió como pudo y luego salió de escena, hasta que al llegar López Hernández a Gobernación, se volvió asiduo al Palacio de Cobián, solo para quedar evidenciado por su “hermano”, Alejandro Moreno, en franco desafío al otro “hermano”, Adán.
En la épica, Coello Pedrero fue importante, se dice que aportó un primer Tsuru a la causa; Payambé, fue el único notario que quiso dar fe en el origen del lopezobradorismo. Ambos murieron en diciembre de 2020 y solo quedó el juego sucio de los herederos.
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