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Un fin de semana tuve la oportunidad de ir al banco para hacer algunos movimientos. Pero no cualquier banco y no, no es uno gringo ni uno español, tampoco es el banco fuerte de México. Se trata de uno donde no cabe la usura ni el abuso y paga muy buenos dividendos. No, no es bancoppel ni banco azteca. Es mucho mejor que todos ellos, únicamente comparable quizá con los bancos de alimentos y los de leche.

Se trata de un banco de sangre. No el del H.G.D.A.V., aunque físicamente el Banco de Sangre del Centro Estatal de Transfusión Sanguínea está ahí mismo en el hospital parece que técnicamente es independiente. Como decía, intenté una vez donar sangre y la médica que me examinó me bateó muy lejos —al infinito y más allá— en forma muy temprana, creo yo, en la entrevista preliminar. Sus argumentos no pudieron dejarme más insatisfacción:

— No es apto para donar porque es usted una persona muy nerviosa. No puedo arriesgarme a que se desmaye.

Fue para mí toda una novedad esa declaración. En mis dieciocho años de vida —adulta claro— me han acusado de muchas cosas, me han calificado de las más diversas formas. Me han colocado en muy diferentes categorías, pero jamás, jamás me habían tachado de ser una persona nerviosa. Es más, hasta ese día había sido todo lo contrario: Que si no me corre la vida, que si tengo atole en las venas, que si el alma se me pasea por el cuerpo, que carezco de todo sentido de urgencia. Así entonces mi sorpresa fue mayúscula como podrá usted imaginar, pero Cosas veredes, Cid, que farán fablar las piedras.

No quise rebatirle a aquella doctora por no reforzar con una actitud fuera de lugar su opinión —que no diagnóstico— así que con cierto pesar me retiré de ahí, cabizbajo y arrastrando los pies al caminar. “¡Pero si soy de casa!”, me decía a mí mismo al alejarme apesadumbrado y volviendo la cabeza a cada tantos pasos para mirar aquél sitio de donde fui rechazado. Ya que me rompieron el corazón habría sido tan fácil… En fin.

Y es que siempre había tenido la inquietud de donar sangre, después de todo es quizá lo único bueno que puedo dar desinteresadamente y que puede ser trascendente. Y estaría yo muy satisfecho de poder hacerlo en forma recurrente. Por cierto que cada 14 de Junio se conmemora el día mundial del donante de sangre. 

En el banco de sangre del Hospital Regional “Presidente Juárez” del I.S.S.S.T.E., donde tuve la oportunidad de hacerlo finalmente, me informaron que las damas pueden donar, en caso de resultar aptas para hacerlo, 3 veces al año, esto es cada cuatro meses y los caballeros igualmente aptos, cada 3 meses, es decir, cuatro veces al año.

Por razones de su profesión se supone, o al menos yo lo hago, que al personal de salud en general se le suelen poner objeciones por estar constantemente expuesto a riesgos. Otro grupo de personas proscritas para donar por razón de su profesión, al menos en Europa, son quienes constantemente se desplazan vía aérea, como los pilotos y tripulación de vuelo.

Antes de proseguir quiero aprovechar ahora para enviar un afectuoso saludo y una felicitación al personal que ahí labora en fin de semana, muchas gracias por su atención, tuve una grata experiencia y en gran medida fue debido a su amable atención. Y no me dolió en realidad, lo más difícil fue madrugar. La agradable joven que me auxilió en el proceso, encargada de tomarme la muestra y hacer la extracción fue muy cordial y mostró empatía y consideración por mi sentir, antes de picarme me dijo:

— Respire hondo. — La verdad no le hice mucho caso al principio porque, vamos, que ya me han picado muchas veces antes y no me resulta desconocida la sensación y no creo realmente que sea necesario… Pero ella interrumpió mis pensamientos:

— Respire hondo. — Repitió haciendo un gesto con la cabeza, como mezcla de aliento y apremio, ya sabe usted, como afirmando algo, tal vez pensando que no escuché su instrucción la primera vez. Hice entonces lo que me pedía y procedió.

Por cierto que, al menos en mi caso particular así fue, la aguja empleada para extraer la sangre es de calibre 16 G, esto es, el mismo grosor de un catéter común que se emplea frecuentemente en una venoclisis ordinaria.

Esto de la donación se realiza con el paciente cómodamente recostado en unos sillones especiales, en una sala donde tienen un televisor que estaba encendido en ese momento, pero al que nadie presta atención en realidad.

La unidad de sangre se recolectó en unos cinco minutos, cuando terminamos las encargadas nos indicaron que nos sentáramos muy despacio. Luego de unos minutos de estar en esa posición y asegurarse de que nadie estaba experimentando mareos o algún otro malestar nos indicó:

— Pongan los pies sobre la tierra. — Y por querer hacerme el gracioso le respondí:

— Eso es más fácil de decir que de hacer. — Pero no logré mi cometido, sólo hice que una de ellas se preocupara, dado el contexto. Entonces se me acercó.

— ¿Por qué? ¿Se siente mal? ¿Está mareado?

— No… —  le dije —  Yo decía en sentido figurado… ya sabe, las personas siempre…

— ¡Ah! – exclamó con una leve sonrisa pero con un también leve gesto de desaprobación divertida cuando finalmente comprendió. Y me quedó la sensación que se guardó un zape para dármelo a la siguiente oportunidad. Y todavía agregué:

— No es tan fácil de hacer… ¿cierto?

Por último nos indicaron que debíamos volver unas semanas después por los resultados de los análisis de laboratorio que todavía se iban a realizar a nuestra sangre. Solamente espero que continúen siendo igual de amables cuando les diga que ese mismo día al salir y dirigirme a almorzar perdí los papeles que me dieron para hacer ese trámite.

En cuanto al proceso de la donación en sí mismo, puedo decir que consta de 3 pasos, después de registrarse debidamente presentando una identificación oficial:

  1. Entrevista preliminar. Realizada por un médico, donde el candidato debe responder una serie de preguntas sobre su estado de salud actual, historial médico, hábitos, estilo de vida, además de evaluar la talla, el peso, tensión arterial y frecuencia cardíaca.
  2. Toma de muestra para analizar. En caso de superar la entrevista, el siguiente paso es la toma de una muestra de sangre que será analizada para determinar aspectos tales como:
  3. Tipo de sangre y factor Rh.
  4. Niveles de glucosa, triglicéridos, glóbulos rojos, plaquetas, colesterol, etc.
  5. Indicadores de una infección presente o pasada como sífilis, VIH, hepatitis, mal de Chagas, etc.
  6. Extracción. En caso de que los resultados sean considerados dentro de los parámetros se procede a la extracción de una unidad de sangre (aproximadamente 450 ml.)

En todo el proceso se trata de proporcionar seguridad tanto al donador como a los posibles receptores, a eso se debe que se hagan tantas preguntas. Y por supuesto que todo lo que el donante responda en la entrevista tiene carácter confidencial. Por supuesto que todos los materiales empleados son nuevos y se usan una sola vez.

Todavía después de haberse obtenido la unidad, el donante debe firmar un documento donde tiene la oportunidad de declarar si considera que su sangre es segura o puede existir una posibilidad de que no lo sea, por cualquier razón.

Pero claro que no todo el asunto termina ahí, aunque el donador no se descarte su sangre todavía será sometida posteriormente a análisis más exhaustivos (cuyos resultados son también tratados como información confidencial) antes de ser puesta a disposición de quien la necesite.

Adrián Lobo.

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