
Por: Dra. María Cozumel Butrón Olguín
Más allá de la polarización que vive nuestra sociedad, debemos reconocer que vivimos tiempos difíciles. Nos rodea malestar, el odio y la violencia en todas sus formas. Ningún ciudadano se siente seguro. Nos sentimos permanentemente amenazados y abandonados a nuestra suerte. Y no hay esperanza de que esto cambie pronto. Una reflexión sobre lo que pasa en nuestro cerebro en tiempos difíciles, nos podría aproximar a decidir por cambiar la forma en la que percibimos la realidad y tal vez así podríamos visualizar alguna manera de cambiarla.
El miedo, la angustia o un largo confinamiento cambian gradualmente la percepción e interpretación de las cosas de la vida cotidiana. Disminuimos el interés por lo habitual, las neuronas se desensibilizan más rápido a la información repetida, la apatía nos abraza y solemos aburrirnos fácilmente. Sentirnos aislados, enfermos, sin dinero o amenazados, genera una reacción semejante a cuando no comemos por largos periodos o hemos realizado un ayuno prolongado, el cerebro se siente agobiado e incómodo y busca revertir de inmediato ese sentimiento, al precio que sea.
Mucho miedo y preocupación dan como resultado que las redes neuronales en situación de estrés, hagan que los problemas nos abrumen y nos obsesionen mucho más. Procrastinamos con mayor facilidad, incluso las personas emotivas lo hacen con mayor frecuencia, es más fácil perder la disciplina, los objetivos se atenúan en su cumplimiento y los detalles pierden importancia. Poner énfasis en la pérdida de atención o alejarse del perfeccionamiento, crea otro problema, lo cual genera molestia y autodenigración o lesión de la autoestima, en suma, todo parece empeorar.
En tiempos de miedo, incertidumbre o estrés sostenido, disminuye nuestra atención, las emociones reducen la objetividad y nos contagiamos con mayor facilidad de los desconciertos sociales. El miedo y el estrés son respuestas del sistema nervioso central ante un problema que no se conoce y demanda solución. Los problemas surgen cuando ambos se prolongan más de 90 minutos. La fisiología de nuestro cuerpo adapta la liberación de hormonas que sobreactivan la función de varios órganos: de esta manera, la adrenalina agudiza el pensamiento ante estímulos peligrosos, acelera el corazón, incrementa la frecuencia respiratoria, aumenta la pérdida de líquidos y disminuye la motilidad intestinal.
A mediano plazo se incrementa el cortisol, que favorece el aumento de los niveles de glucosa por activación directa de la degradación de proteínas y otros sustratos, generando un estado de alerta sostenido; esto da como resultado problemas para dormir, pues la mayoría de los estímulos se convierten en factores amenazantes, interpretamos con dudas, nos irritamos de más y el tiempo de descanso disminuye.
Los niveles altos de vasopresina que comienzan a elevarse a mediano plazo van cambiando nuestra interacción con los demás y nos hacemos intolerantes. Los niveles de oxitocina, la hormona del amor, de los apegos y la que nos permite perdonar, disminuyen, generando sensación de vulnerabilidad; en conjunto, surge una disminución de los niveles de serotonina, que nos cambia el estado de ánimo y nos hace más cercanos a la melancolía y la obsesión.
¿Qué podemos hacer en tiempos difíciles?
- Lo recomendable es otorgar valor a lo que tenemos: ¿Cuentas con salud? ¿Tienes nuevas oportunidades? ¿Tienes un grupo de apoyo incondicional? Esto ayuda al cerebro a liberar dopamina, la base de la motivación. Pensar en el contenido de nuestros pensamientos ayuda a tranquilizarnos. Un cerebro tranquilo controla la emoción, redacta mejor, no interpreta, realiza mejores planteamientos; lejos de un miedo latente, la angustia repetitiva o la ansiedad, el cerebro en un estado de serenidad proyecta mejor sus resultados o el análisis pronosticado, ya que la actividad de la corteza prefrontal se focaliza en los detalles, tan importantes en la solución de problemas.
- En ese mismo orden de ideas, si otorgamos de manera adecuada la importancia y jerarquía a cada problema, se ayuda a no responder a todo inmediatamente, pues no todos los inconvenientes son iguales. Esperar y no desesperarse ayuda a tomar mejores decisiones. Concederse tiempo para reflexionar es fundamental para disminuir los detonantes de la ansiedad y el miedo, este análisis procesa gradualmente una reducción de los niveles de cortisol.
- Procura -con límites sanos, sana disciplina y compromiso- terminar lo que empezaste. Otórgale a tu corteza prefrontal orden y control para cumplir objetivos, y disfrutar gradualmente de tus avances. Esto ayuda a mejorar la toma de decisiones. Poner reglas y límites ayuda a tomar el control de las riendas.
- Para mejorar la memoria e incrementar la autoestima puede ser fundamental aprender dos o tres nuevos conocimientos sobre algo que te agrade o te interese. Esto otorga más conexiones neuronales en el hipocampo y la corteza prefrontal.
- Por supuesto, si practicas ejercicio físico el estado neuroquímico motiva a cumplir objetivos y garantiza con ello, que produzcas más endorfinas y dopamina.
Todos tenemos un cerebro con 4, 000 años de evolución, el mejor cerebro con más conexiones neuronales de todas las especies; el que nunca deja de producir nuevas neuronas; el que ha resuelto muchos problemas. Recuerda: ningún problema puede ser más grande, que lo que tu cerebro ha resuelto hasta hoy.
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