DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro

La muerte y exequias de la reina Isabel II de Inglaterra desempolvó una vez más el debate en torno a la monarquía y su vigencia como institución política.

Si bien las monarquías europeas en la actualidad se encuentran acotadas por el funcionamiento de regímenes parlamentarios que cogobiernan paralelamente a un poder ejecutivo que recae en la figura de un Primer Ministro, las casas reales juegan un componente simbólico en lo que se refiere a la preservación de la identidad nacional en sus respectivos territorios.

Las casas reales y sus descendientes conservan una serie importante de prerrogativas protocolarías y económicas, tal como la representación del Estado en eventos internacionales, aunque sin facultades de aprobación o veto. Es decir; en la actualidad su presencia es mayormente simbólica.

Sin embargo, es de llamar la atención la fascinación que la parafernalia y estilo de vida de las  monarquías modernas llega a despertar entre el público en territorios lejanos a su zona de influencia; tal como es el caso de las monarquías de España, Inglaterra y Mónaco, cuya vida y milagros constituyen una auténtica industria del entretenimiento en varios países del orbe. Rotativos como la revista  ibérica ¡Hola! o el tabloide londinense The Sun han vuelto de la realeza su principal fuente de nota rosa; esquema que ahora es replicado en shows televisivos y páginas de redes sociales en todo el mundo.

¿Qué es lo que nos fascina de la nobleza a los simples mortales del tercer mundo occidentalizado? 

Puede que sea la vida lujosa, el oropel, los autos de lujo. Pero viéndolo bien, en países como México tenemos a políticos, delincuentes y líderes sindicales cuyas fortunas y dispendiosos modos de vida harían palidecer a cualquier príncipe, conde o duquesa.

A lo mejor podría ser la envidia por una vida carente de preocupaciones mundanas, en la que nuestra mayor incertidumbre pudiera ser a qué playa dirigir nuestro yate o qué atuendo elegir para la ceremonia de arranque de la próxima temporada de polo… pero bueno, tampoco habría que ir tan lejos; ahí tenemos a nuestras heroicas y heroicos legisladores, por quienes la vida pasa tan leve que para cuando se dan cuenta ya llegó el término de la legislatura y cuya única zozobra es a qué otra cámara legislativa -local o federal- habrán de ir a retozar los próximos tres o seis años, o de qué otra nómina oficial se habrán de columpiar. ¡Todo fuera como eso!

 Bueno, entonces podríamos pensar que  lo que nos provoca azoro y fascinación es la sofisticada elegancia de la nobleza y sus modales, la elaborada etiqueta con que se comportan y la delicadeza de sus modos. Pero no seamos mezquinos, ¿dónde dejamos el deleite que provocan nuestras cada vez más numerosas hordas de “lords” y “ladies” que se vuelven virales  en redes sociales a la menor provocación? Nada es imposible para nuestra inacabable colección de Dones y Doñas Vergas.

A lo mejor en el fondo, como lo señaló Octavio Paz en “El Laberinto de la Soledad” en el fondo estamos en busca de un sentido de pertenencia, de una afirmación emocional que nos haga salir de nuestra vulgar realidad. A lo mejor estamos en búsqueda de una paternidad perdida a pesar de trescientos años de gozo al calor de las llamas de la Santa Inquisición y del incomparable disfrute del tintinear de las cadenas impuestas por nuestros piadosísimos señores encomenderos, que Nuestra Santa Madre de Guadalupe tenga en su Infinita Gloria. ¡A huevo!

Tal vez al final del día habemos quienes glorificamos a las monarquías porque no aguantamos la hipocresía de un sistema democrático en el que cada seis años, lejos de elegir a un Presidente, parece que entronizamos a un nuevo Rey de México, a un nuevo Padrote de la Patria ante el que toda rodilla se debe doblar sin reparo.

Puede que sea que, en pleno Siglo XXI ya no veamos al colonialismo como un cáncer político que carcome y somete a pueblos indefensos. No nos hagamos: creemos que la monarquía es un estado mental.

Porque en el fondo, cada que toleramos un abuso, cada que segregamos, cada que nos sobajamos ante los “güeritos” o “güeritas” o toleramos que alguien más lo haga, estamos gritando a los cuatro vientos que queremos ser Totalmente Palacio… aunque sea municipal, pero Palacio al fin.

Hay plumajes que cruzan el pantano sin mancharse

¡Mi pantano es de ésos!

Twitter: @miguelisidro

SOUNDTRACK PARA LA LECTURA:

Los Ángeles Negros (Chile) / “El Rey y yo”

Los Toreros Muertos (España) / “Bum Bum 1789”

Sex Pistols (Inglaterra) / “God Save The Queen”

The Smiths (Inglaterra) / “The Queen Is Dead”

Por miguelaisidro

Periodista independiente radicado en EEUU. Más de 25 años de trayectoria en medios escritos, electrónicos; actividades académicas y servicio público. Busco transformar la Era de la Información en la Era de los Ciudadanos; toda ayuda para éste propósito siempre será bienvenida....

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