El delantero ecuatoriano, Enner Valencia, ya es un histórico de los mundiales. Pocos jugadores anotaron tantos goles en más de un mundial de manera consecutiva, ni siquiera Messi, que ha jugado 5. Así de contundente lo de Valencia.

Durante este quinto día de hostilidades (me gusta ese término de la jerga futbolística), en el minuto 90’ del partido que Ecuador empató con Países Bajos, con gol de Valencia, el delantero salió del encuentro por lesión, por lo que tuvo que ser sustituido por Kevin Rodríguez, un joven que juega como extremo y de 22 años.

Lo particular de Kevin, es que pocos jugadores en la historia de los mundiales llegaron a jugar el torneo más anhelado de un futbolista sin ser jugador de primera división, o de la principal categoría de una liga profesional. Rodríguez pertenece al Imbabura Sporting Club de la Serie B de Ecuador.

Al verlo entrar en reemplazo de Valencia, inmediatamente vino a mi mente la figura de otro futbolista que jugó un mundial en las mismas circunstancias, Pablo Larios Iwasaki. El arquero nacido en Zacatepec, Morelos, que jugaba en la Segunda División de la liga mexicana cuando Bora Milutinović, lo designó como el portero titular de México durante su gestión. Toda una noticia en aquellos días.

Pensar en Pablo Larios es pensar en México 86, en los partidos contra Bélgica, Paraguay, Irak y Bulgaria en el Estadio Azteca. Por supuesto en los penaltis contra Alemania y la tremenda derrota en el Estadio Universitario de Nuevo León.

Pensar en el Mundial del 86 es pensar en la Alemania de Lothar Mattaheus, Rudi Voeller y Shumacher; en la España de Butragueño o la Francia de Platini; en la Bélgica de Jean Marie Pfaff o la Inglaterra de Lineker y Shilton; por supuesto, es pensar en el Brasil de Sócrates, Zico, Josimar.

Es obvio que, por encima de todos, pensar en el mundial de México 1986 es pensar en Diego Armando Maradona. Es pensar en el gol del siglo, en la mano de Dios, en el pase a Burruchaga y en una incontable serie de genialidades que solo un verdadero elegido podría ejecutar para que, dichas maestrías, llevaran a su equipo hasta levantar la copa del mundo de una manera tan brillante. Inolvidable.

Pensar en Diego es pensar en 25 de noviembre, o viceversa, pensar en 25 de noviembre es pensar en Maradona, la fecha en que lo perdimos: 25 de noviembre de 2020.

Dos años después, el 25 de noviembre de 2022, fue la fecha que vio cumplir la hazaña de Valencia con Ecuador, pero también, ha sido un día de atmósfera mundialista particular, extraña, de cierta ansiedad, de especulación, de emoción, de incertidumbre. Una fecha de atípicas épocas mundialistas con todas esas sensaciones, todas a partir del próximo Argentina vs. México. El cuarto entre estos países en toda la historia de los mundiales, el tercero en los últimos cinco. Una sensación similar a la previa de disputar una final, un partido sin mañana, que en términos prácticos lo es.

Y es que Argentina piensa en ganar un mundial, como en el 86; piensa en ganar la copa del mundo conducido por su genio, como en el 86. Argentina piensa en ganar a México y después a Polonia; después a Francia o Dinamarca y después al que venga hasta ganar la final una vez más, como en el 86. Argentina piensa que Messi es capaz de ser el elegido en Qatar como Diego lo fue en México y conseguir el título de campeón del mundo. Ese galardón que tan pocos futbolistas pueden lograr.

También Diego debe pensar que todo eso es posible.

México piensa en no perder ante Argentina, nada más.

Por Arturo Santillán

Formado periodista.

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