Aboubakar

Cualquier niño soñaría con jugar un mundial y anotar un gol con el 10 en la espalda; sumarle a esa conquista ganar un título continental ya es un sueño mayor, ser el campeón goleador del continente y ganar cinco ligas en dos países diferentes ya es demasiado pedir. Todo eso ha conseguido Vincent Aboubakar, camerunés que a los 30 años ganó todo aquello que miles de jugadores solo aspiraron a conseguir.

Aboubakar inició como capitán el tercer partido de Camerún en Qatar 2022, se presentó en el centro del campo para saludarse con su contraparte brasilera durante el protocolo de juego, el longevo Dani Alves, quien además del banderín de Brasil, adquirió el título del jugador con más edad en la historia de su país en los mundiales.

El partido tuvo emociones para ambos lados, atajadas apropiadas para la galería fotográfica y por bendición de los dioses el infausto sistema de video arbitraje, el afamado VAR, nunca tuvo la necesidad de aparecer, esa herramienta del arbitraje de apenas 2 mundiales en uso se mantenía ausente. Había tres amonestados para Camerún y ninguno para Brasil hasta el minuto 81, entonces Aboubakar cometió una falta sobre el mediocampista Martinelli, una infracción del calibre suficiente como para convertirse en el cuarto camerunés que recibía una tarjeta amarilla.

11 minutos se agregaron a los 90 reglamentarios, Brasil aseguraba el primer lugar de grupo con dos triunfos y un empate, pero Aboubakar aún tenía mucho qué decir. Al 92, el delantero consiguió desmarcarse, aprovechar el centro de Mbekeli para cabecear la pelota (que ahora debe cargarse) y anotar el gol del triunfo. La frenética celebración del gol incluyó despojarse de la camiseta, agitarla y ofrecer el dorsal con el 10 al público eufórico por la victoria contra la potencia amazónica.

Cualquiera que anote el gol del triunfo contra Brasil en un mundial debería tener el derecho irrefutable de quitarse la camiseta y hacerla volar por las alturas del estadio en turno, recibir la pleitesía del respetable además de, por el contrario, ganarse la indulgencia del juez que bien haría en quitarle las tarjetas previas. Pero la realidad es otra, hace pocos años también (un poco más que el VAR) el quitarse la playera en la celebración de un gol amerita por reglamento la tarjeta amarilla. Una cláusula inexplicable pero que es muy bien conocida por todos en su contrato de derechos y obligaciones en la cancha.

El juez del partido era el árbitro Ismail Elfath, marroquí nacido en Casablanca. El hombre esperó paciente a que Vincent terminara su histórico festejo, aguardó con las dos tarjetas en la mano, nunca apresuró la impartición de justicia, pienso que disfrutó la escena como todos lo hicimos, sabedor (como todos también) de lo que iba a suceder. Al llegar el inevitable momento, Ismail se tocó el pecho en señal de lamento, dio la mano a Aboubakar, levantó la segunda tarjeta amarilla que acumulaba el jugador para después, en consecuencia, alzar la obligada tarjeta roja.

Camerún jugó sus tres partidos, perdió el primero contra Suiza y empató el segundo con Serbia 3-3, partido en el que Vincent anotó el segundo gol para los africanos de manera prodigiosa, quizá el mejor gol del mundial.

Aboubakar ya nos había regalado un gran momento con aquel gol del segundo partido, pero en este tercero, obsequió al mundo una postal para la memoria. Una lección indispensable para no olvidar que el futbol es mucho más que los momentos de trofeos, el futbol es tan hermoso como esos momentos en donde vale decir… ¡irresponsables las reglas!

Por Arturo Santillán

Formado periodista.

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