Saber que en pocos días veremos una nueva edición de Argentina vs. Países Bajos además de conocer el estado de salud de Pelé a través de Instagram me obligó a recordar tiempos un poco más simples en los que registraba mis primeras memorias mundialistas.
En casa teníamos una videocasetera de marca Sanyo, una máquina de cassettes Beta en la que nos gustaba ver películas como Dumbo o el Libro de la selva, en ella también grabamos programas de televisión que se transmitían en una calidad notablemente baja, si la comparamos con la asombrosa definición que vemos en 2022 en cualquier pantalla por esencial que sea. Eran los inicios de los 90.
Grabar algo que se pasaba por televisión era un proceso muy sencillo, el verdadero reto radicaba en encontrar un cartucho vacío con espacio disponible o, en su defecto, encontrar el valor suficiente como para reescribir en la cinta y por lo tanto borrar Vaselina, Terminator o una película que mamá o hermana habían grabado, después vendrían las costosas explicaciones.
Uno de esos cassettes significó la génesis de una videoteca mundialista, en una de esas cintas comencé a registrar la historia de las copas del mundo, una de esas primitivas memorias magnéticas guarda partidos inolvidables como el Brasil de Branco, Romario y Bebeto vs. el Países Bajos de Koeman, Overmars y Bergkamp; o partidos más cercanos al fin de siglo como Argentina contra Países Bajos de Francia 98 (obra maestra de Bergkamp implícita).
También existen en esas cintas tertulias de exfutbolistas que en esos tempranos noventa, charlaban sobre las selecciones de Trelles, Borja y Antonio Carbajal tal y como hoy se habla de las de Mejía Barón, Campos y Luis Hernández.
En alguno de esos modernos dispositivos de registro audiovisual se conservaron mis primeros aprendizajes sobre la historia del futbol, con 12 o 13 años de edad aprendí que Uruguay había sido el primer campeón del Mundo, que los charrúas habían arrebatado una final a Brasil cuando Pelé era niño… aprendí que el nombre completo del rey es Edson Arantes Do Nascimento Pelé.
Aprendí que Pelé había visto llorar a su padre en 1950 cuando ocurrió la tragedia del Maracanazo, que entonces el pequeño Edson Arantes tenía 9 años y que prometió a su padre que un día ganaría la copa del mundo para traerla a casa. Promesa que cumplió ocho años después, llevándosela desde Suecia, con apenas 17 años.
(Épocas en las que la pelota era de cuero y no necesitaba chips cargados, solo pedía que se le tratara bien, como Pelé lo hacía).
También aprendí que 30 años antes Pelé había anotado un gol maravilloso, un gol con el Santos de Brasil de brillante manufactura, pero del que no existe registro en video, tan solo la narración desde la cabina de Radio Continental con el grito del locutor Waldir Amaral en la que exclamaba: “¡Goool! ¡Goool! Este gol debe tener una placa…”. Supe además que poco tiempo después, el diario deportivo de São Paulo, O Esporte, colocó una placa en el Maracaná en la que todavía se puede leer: Neste campo no dia 5-3-1961 Pelé marcou o tento mais bonito na historiá do Maracaná. Razón por la que uno de los goles del rey es conocido como “el gol de la placa”.
Gracias a que podía ver esas grabaciones una y otra vez memoricé los hitos Pelé: sus todavía inexplicables cualidades, sus goles en las finales contra Suecia en 1958 y contra Italia en 1970; el gol contra México en Chile 1962 o hermosas escenas sin gol como aquella finta al portero uruguayo Ladislao en las semifinales de México 70.
Inocente sería pensar que es solo coincidente estar en pleno periodo mundialista al tiempo que se conocen las noticias sobre la condición de Pelé. Hoy, 30 años después, el rey está muy enfermo, pero saberlo a través de plataformas digitales que lo permiten en tiempo real, elevan la preocupación y la incertidumbre.
Saber quién es Pelé es admirarlo, es quererlo, es recordarlo; saber quién es Pelé es saber porque el futbol es tan especial para el mundo (hiperconectado o no). Saber quién ha sido Pelé implica desear que el rey pronto esté bien y en paz, sea como sea.
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