DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro
El 26 de julio de 1968, fue estrenada una película norteamericana de mediano presupuesto que por su trama, su estética y su dinámica discursiva cambiaría radicalmente el futuro del cine de ciencia ficción.
Bajo la dirección de Franklin J. Shaffner, El planeta de los simios retoma el argumento central de una novela homónima del escritor francés Pierre Boulle, sobre la paradoja de una civilización gobernada por primates, en la que los seres humanos son tratados como animales salvajes, susceptibles de ser cazados, explotados y usados en experimentos científicos.
La primera versión de ésta saga contó con las actuaciones protagónicas de Charlton Heston, Kim Hunter, Roddy McDowall, James Evans y Maurice Evans, y el guión fue adaptado de la novela original por Michael Wilson a fin de adecuarlo a la idea cinematográfica del productor Arthur P. Jacobs.
Como diseñador de producción, Jacobs llevaba cerca de cinco años buscando cristalizar la película, tras haber conocido la novela prácticamente de mano de su autor. Su entusiasmo hacia el proyecto era tal que compró los derechos de la novela cuando ésta prácticamente acababa de ser publicada, sin tener siquiera alguna charla preliminar con alguna editora o estudio.
A sus 45 años de edad, Jacobs ya contaba con una respetable carrera en el medio cinematográfico; inició desde adolescente como office boy en la Metro Goldwin-Mayer para después trabajar como asistente de producción, utilero y coordinador de set; para posteriormente incursionar en el terreno de la publicidad y la representación de actores. Estrellas como Gregory Peck, James Stewart, Judy Garland y Marilyn Monroe fueron algunos de los actores y actrices que llegaron a estar en el catálogo de su agencia.
De acuerdo con sus biógrafos, los retos que Jacobs enfrentó para la realización de El planeta de los simios le obligaron a echar mano de las múltiples habilidades adquiridas al interior de la industria cinematográfica, dentro y fuera de los sets, fingiendo a la vez como agente, publicista y coordinador de reparto.
Uno de los aspectos que en su momento resultaron más impactantes de la película en su lanzamiento fue el hecho de que por primera vez una pieza de ficción evadía por completo la presentación de un futuro hípertecnologizado, acartonado y cuasi ascéptico que caracterizaba a las películas de la subcultura pulp, y que fue fielmente parodiado en la serie de caricaturas The Jetsons de Hanna-Barbera (que en Latinoamérica conocimos como Los Supersónicos).
En contraste, “El Planeta de los Simios” planteaba un escenario futurista bizarro, mezclando elementos de alta tecnología con algunos aspectos rudimentarios, en un entorno árido, hostil y carente de esperanza. Por primera vez una película corría el riesgo de mostrar un futuro descarnado e incierto para el género humano.
Curiosamente, dicho entorno fue consecuencia de las múltiples adversidades que Jacobs enfrentó para realizar la película. Durante meses trabajó en un elaborado story board que mostró a distintas productoras, que desestimaron e incluso se burlaron del proyecto. Entonces cayó en cuenta de que para reducir los costos de producción, tendría que someter su visión de la historia a un nuevo tratamiento, dando lugar al escenario agreste que terminó sirviendo de fondo a la obra.
A más de cinco décadas de distancia, es intrascendente perdernos en la reseña de la historia y los riesgos de exponer a los lectores a los famosos spoilers. Aquí la reflexión va más en torno al legado de esta saga convertida en verdadera franquicia, generadora de secuelas y precuelas, marcando una auténtica escuela en la historia de la industria del entretenimiento.
Sin duda alguna uno de los más importantes legados de El planeta de los simios es la crítica frontal a la sociedad industrializada, a la obsesión del género humano por el poder, al abuso de la tecnología, al racismo y al colonialismo depredador.
La fuerza discursiva de la historia es palpable en la transformación interna que sufre su protagonista, el Coronel George Taylor, comandante de una misión estelar que ve en la exploración espacial una alternativa de evasión personal. El misántropo aventurero termina teniendo una revelación emocional al caer en cuenta de las consecuencias de la irresponsabilidad del género humano, cuya ambición desmedida le lleva al colapso de su propia civilización.
Una de las grandes paradojas de nuestra vida contemporánea; en la medida en que nos apropiamos de mayores elementos de producción y riqueza, en que desarrollamos más y mejor tecnología, y que rompemos las barreras de la comunicación con nuevos y más sorprendentes avances científicos, paulatinamente nos vamos convirtiendo más en bestias, en seres insensibles obsesionados por el poder.
A pesar de haber cosechado el exitoso lanzamiento de la primera pieza de la saga que incluso fue nominada a los premios Oscar en las categorías de vestuario y banda sonora, Arthur P. Jacobs moriría sin visualizar el alcance de su obra en la cultura pop. Falleció víctima de un infarto a mediados de 1973, con apenas 51 años de edad.
La posibilidad de revisitar ésta saga nos da una maravillosa oportunidad para reflexionar sobre la decadencia de una civilización capaz de desarrollar tecnología de inteligencia artificial, pero que pierde de vista los valores esenciales que le dan sentido a su paso por la historia.
Cuando el hombre juega a ser Dios… el destino termina por reventarle en la cara de maneras inimaginables.
Twitter: @miguelisidro
SOUNDTRACK PARA LA LECTURA
- Faith No More (Estados Unidos) “Superhero”
- Gorillaz (Inglaterra) “199-2000”
- La Banda Bastön (México) “Planeta ficción”
- Sepultura (Brasil) “Primitive future”
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