DE UN MUNDO RARO / por Miguel Ángel Isidro

“Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”, reza un viejo refrán, que alude con gran sabiduría a los momentos de oportunidad que a todos se nos llegan a presentar aunque sea una vez en la vida.

En estos momentos, los géneros urbano y regional mexicano alternativo (los llamados “corridos tumbados” o “belicones”) atraviesan por su momento viral en el gusto de las audiencias y por supuesto, en el interés de la industria del entretenimiento.

Es en este contexto donde aparece VGLY, una serie melodramática producida por Exile Content Studio, Asco Media y Warner Bros. Television y distribuida por la plataforma HBO Max.

La historia se centra en un joven de clase humilde que trata de abrirse paso en el mundo de la música urbana en la Ciudad de México, en compañía de un grupo de amigos con los que comparte sueños, desventuras y éxitos.

Una parte importante de esta historia tiene su epicentro en la populosa Colonia Guerrero de la CDMX, en la que los protagonistas pelean a ras de banquetas por alcanzar el reconocimiento y salir de su vida de precariedad.

La serie, dirigida por Santiago Fábregas,  Sebastián Sariñana y Cris Gris en base a un guion elaborado por un equipo encabezado por Marcos Bucay y Santiago Espejo, cuenta con las actuaciones de Benny Emmanuel, Juan Daniel García Treviño, Sasha González y, como elemento estelar, con la presencia de Natanael Cano, considerado como uno de los promotores de la nueva generación del regional mexicano.

Sin duda, se trata de un momento clave para aprovechar el boom de estas nuevas corrientes musicales, y sin duda, los ejecutivos de HBO Max no desestimaron las estadísticas de las principales plataformas musicales, que tienen en los primeros lugares internacionales a personajes como Peso Pluma, Fuerza Régida, Eslabón Armado y el propio Natanael Cano.

Sin embargo, como dice la vieja canción popular: para bailar La Bamba hace falta una poca de gracia y otra cosita…. Y ésta serie adolece precisamente de ambos atributos. Pero sobre todo, de la “otra cosita”.

Vayamos por partes. Como ya lo hemos reseñado en otras entregas de ésta misma columna, el fenómeno de los corridos “tumbados” y “belicones”, al igual que en su momento ocurrió con el reggaetón, son producto de movimientos populares que más allá de los gustos, son ampliamente legítimos, y construyeron su popularidad de manera orgánica, en las pistas de baile callejeras, en las rockolas de las cantinas, en el transporte público; en las fiestas de barrio. Para cuando el mainstream reaccionó, la gente ya tenía las canciones en el imaginario colectivo, siendo parte de su realidad cotidiana. Si algo no se les puede regatear a estos exponentes, es su autenticidad.

Sin embargo, es por ello que para dimensionar el alcance y éxito de estos movimientos musicales, era necesario dar espacio a madurar su asimilación y entender su contexto.

Aunque pretende dar muestras de “autenticidad” a través de elementos como el lenguaje, la ambientación urbana y el vestuario, a VGLY le siguen sobrando elementos de sobreproducción que terminan convirtiendo la serie en un producto acartonado, sin corazón.

A estas alturas del partido tal vez habría valido más la pena una gran serie documental que, guardadas las proporciones, nos ayudarán a entender el origen y posibles alcances (tal vez aún no completamente vistos) de éste fenómeno; más al estilo de productos como Hip Hop Evolution o Rompan todo (La Historia del Rock en America Latina).

Sin embargo, hay que reconocer que es imposible resistirse al encanto de romantizar acerca de la música de moda; tratar de llevarla de fondo musical a escenarios de comedia o de puro drama. El problema es que cuando se descuidan detalles como la continuidad, los diálogos y los valores de producción, terminas generando escenarios que te remiten más a la estética y el ambiente de la frontera norte o el Sur de Estados Unidos, que a los Barrios bravos del ex-Distrito Federal, como es el caso que nos ocupa.

Sin duda alguna, la participación de Camilo Lara, una de las mentes más brillantes de la industria musical latinoamericana de las últimas dos décadas da un fuerte respaldo a la serie como producto; pero sin una adecuada dirección de escena, un diseño esmerado de la ambientación y un acompañamiento cuidadoso del talento actoral, la música se reduce a un mero elemento de acompañamiento.

Veamos el ejemplo de Yalitza Aparicio en Roma; la oaxaqueña siempre reconoció no tener formación actoral; sin embargo, una bien lograda suma de factores hizo posible incluso su nominación al Óscar.

No sólo es cuestión de ser o parecer: hay que pertenecer, y desde esa palestra, procurar lo que tanto alardean los raperos de la vieja escuela: representar.

En lo personal, creo que más allá de lo musical, tanto al llamado género urbano como al regional alternativo todavía les faltan por generarnos figuras más sólidas para tener mejores historias qué contar.  De lo contrario, se quedarán en el arquetipo de otros géneros musicales que brillaron por un momento y después pasaron sin mayor pena ni gloria como fue el caso del break dance o  la lambada, que incluso generaron algunas películas genéricas, pero nada memorable.

¿O acaso creen que ya estemos como para soplarnos una serie biográfica sobre la vida y obra del Peso Pluma?

¡Aguanten!

Twitter: @miguelsidro

– Vgly

(México)

“Los tres brosqueteros”

-Nathanael Cano

(México)

“Doble vaso”

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“Flow mexicano”

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“Asesina”

Por miguelaisidro

Periodista independiente radicado en EEUU. Más de 25 años de trayectoria en medios escritos, electrónicos; actividades académicas y servicio público. Busco transformar la Era de la Información en la Era de los Ciudadanos; toda ayuda para éste propósito siempre será bienvenida....

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